Cuando se une la Vulnerabilidad y el Trastorno del Neurodesarrollo

En este espacio quiero compartir una experiencia reciente que tocó profundamente mi corazón. Hace unos días, tuve la oportunidad de visitar una zona vulnerable de mi país, República Dominicana, para compartir regalos con varios niños y niñas del lugar. Fue un momento hermoso y especial. Ver los rostros de los pequeños llenos de alegría y expectativa —unos emocionados por sus regalos y otros desbordantes de algarabía— me recordó la esencia pura y espontánea de los niños dominicanos.

Durante la actividad, también tuve el privilegio de hablarles de Dios, compartiendo con ellos Lucas 2:11: «Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.»

Al finalizar una de las dinámicas, decidí acercarme al fondo del gazebo, donde vi a un hombre con dos niñas. Una de ellas, a quien llamaré Luna, me llamó la atención porque parecía inquieta. Su padre trataba de calmarla con palabras suaves: «Cálmate, tranquila.»

En un momento, Luna salió corriendo, y su padre pidió a su hijo mayor, Mauricio, que la buscara. Observé en ese niño una madurez y responsabilidad inusuales para su corta edad. Más tarde, cuando María, la otra niña, quiso la dona de Mauricio, el padre le pidió que se la cediera a su hermanita. A pesar de las limitaciones de su contexto, este padre hacía todo lo posible por el bienestar de sus hijos.

Mientras conversábamos, él me contó que próximamente llevaría a Luna a un centro de atención, ya que tanto ella como María presentan necesidades particulares:

  • Escaso uso del lenguaje
  • Poco contacto visual
  • Conductas disruptivas
  • Sensibilidad al ruido (se tapan los oídos con frecuencia)

También mencionó que la madre de Luna prefiere no sacarla de casa por su comportamiento, aunque él cree que sería positivo exponerla a más ambientes como el que compartíamos ese día, donde pudiera interactuar con otros niños.

Esta experiencia me recordó la inmensa necesidad que enfrentan muchas familias en contextos vulnerables, especialmente aquellas que tienen hijos con posibles trastornos del neurodesarrollo. Ver a este padre, esforzándose por sacar adelante a sus hijos a pesar de tantas dificultades, me inspiró profundamente. Luna, María y Mauricio son un ejemplo de cómo, aun en medio de la precariedad, el amor y el deseo de salir adelante pueden abrir puertas.

Antes de despedirme, le ofrecí mi número de contacto y le dije que estoy a su disposición para cualquier apoyo que necesiten.

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